FAO ha
analizado como está afectando la pandemia de COVID-19 a la pesca, a la
acuicultura y a la cadena de suministro.
Con el propósito de ver cómo está afectando ya la
pandemia de COVID-19 a los sistemas
alimentarios, y más concretamente a la pesca y la acuicultura, FAO ha estado
analizando la situación a nivel global y acaba de publicar un primer y breve
informe sobre estas cuestiones. Una valoración de la situación, a la que
también propone recomendaciones de actuación para poder hacerle frente.
Y es que la pandemia de COVID -19, tal como constata
FAO, ha desencadenado una crisis de salud pública seguida de una crisis
económica en curso debido a las medidas que los distintos países han acometido
para contener la expansión de la infección, como el confinamiento en el hogar,
la prohibición de viajar o el cierre de negocios, entre otras muchas. A pesar
de que las empresas minoristas de alimentos, como supermercados, tiendas de
comestibles o locales/restaurantes de comida para llevar se consideran
esenciales y siguen siendo operativas, advierte que “las medidas tomadas para
contener el brote de COVID-19 han creado un entorno en el que los alimentos
podrían llegar a ser más difíciles de conseguir”.
El sector pesquero y acuícola, a entender de FAO, y
según el análisis que ha realizado, está sujeto a los impactos indirectos de la
pandemia a través de las demandas cambiantes de los consumidores, el acceso al
mercado o los problemas logísticos relacionados con el transporte y las
restricciones fronterizas. Esto a su vez, añade, “podría tener un efecto
perjudicial en los medios de vida de los pescadores y acuicultores, así como en
la seguridad alimentaria y la nutrición de las poblaciones que dependen en gran
medida del pescado para obtener proteínas animales y micronutrientes
esenciales”.
NECESIDAD DE
PROTEGER CADA ESLABÓN DE LA CADENA DE SUMINISTRO
Tal como recuerda FAO, la gama de actividades
necesarias para suministrar productos pesqueros al consumidor final es amplia y
compleja. A nivel de producción hay actividades más avanzadas tecnológicamente,
o más industriales; y menos, como las actividades artesanales. Por lo que
respecta a las cadenas de valor, estas incluyen mercados locales, regionales o
globales. En cualquier caso, añade, las actividades clave en una cadena de
suministro de la pesca o la acuicultura son la actividad productiva, el
procesado, el transporte y la comercialización mayorista y minorista. Cada
eslabón de la cadena, subraya, “es susceptible de ser interrumpido o detenido
por los impactos derivados de COVID-19. Si uno de estos vínculos
productor-comprador-vendedor se rompe por la enfermedad o las medidas de
contención, el resultado será una cadena de interrupciones en cascada que
afectará de lleno la economía del sector”. El resultado deseado, el consumo
humano de pescado y productos pesqueros, solo se puede lograr, advierte,
“protegiendo estos vínculos productor-comprador-vendedor y cada etapa de la
cadena de suministro”. Por lo tanto, y de ahí, concluye, “es esencial que cada
etapa de la cadena alimentaria de la pesca y la acuicultura reciba toda la
protección posible”.
FAO analiza en su documento, que se puede descargar
aquí, la actividad de la pesca que se ha visto afectada en términos de
reducción de actividad o incluso
paralización a causa de la caída de demanda y precios, a lo que se añaden las
dificultades de aplicación de las medidas sanitarias y de seguridad, falta de
liquidez, falta de tripulaciones, etc. Una situación difícil para la que
proponen medidas con vistas a proteger la producción y los ingresos. Algo
similar hace también con la industria de procesado, los mercados y el comercio,
destacando los problemas a los que se enfrentan y cómo estos se están
adaptando a la situación aplicando incluso
nuevas y prometedoras prácticas; y para los que también propone medidas
de apoyo. Hace también referencia FAO a los condiciones de trabajo a lo largo
de la cadena de valor y cómo se puede
proteger a los más vulnerables.
ACUICULTURA:
CAÍDAS EN LAS VENTAS, GESTIÓN DE STOCKS E INCERTIDUMBRE
Con respecto a acuicultura, señala FAO que los
impactos de la COVID-19 sobre la producción son variados y que las
incertidumbres de cara al futuro son importantes. FAO reconoce las
especificaciones de la actividad y que ante una situación de interrupción del
mercado, “los acuicultores que no pueden
vender su producción deben mantener una gran cantidad de peces vivos que
necesitan seguir siendo alimentados y por un período indeterminado. Algo que
supone un incremento de costes, gastos y riesgos”.
Según la información de la que dispone FAO a día de
hoy, señala, por ejemplo, que algunas especies cultivadas para la exportación,
como es el caso del panga, se han visto altamente afectadas por el cierre de
los mercados internacionales (China y UE fundamentalmente). La acuicultura de
moluscos bivalvos, como es el caso de las ostras, también se está viendo
afectada principalmente por el cierre de sus principales destinos, vinculados
al turismo, hoteles y restaurantes; y mercados minoristas (por ejemplo en la
Unión Europea). Además, una amplia gama de restricciones por parte de
diferentes países sobre los movimientos de carga, aeroportuarias, etc., podría llevar parejo una dificultad añadida a
la hora de hacerse con alevines o semillas necesarias que, a su vez, podría
llevar a una fuerte disminución en la producción. La capacidad de producción
acuícola también puede verse afectada por la dificultad para obtener insumos,
como piensos, o también a la hora de encontrar mano de obra debido a bloqueos,
señala FAO; quien añade que la acuicultura de pequeña escala, podría verse
beneficiada ante una menor competencia como consecuencia de una reducción de
las importaciones.
FAO también incluye recomendaciones para mantener las
explotaciones en funcionamiento. Entre ellas, permitir que la acuicultura, como
en el caso de la agricultura, pueda disfrutar de préstamos sectoriales
prioritarios o seguros, así como reducciones en tarifas de energía u otros
gravámenes; permitir el acceso de los acuicultores a programas de crédito con
tipos de interés reducidos, préstamos con amortización flexible así como
opciones para la reestructuración de préstamos y plazos de reembolso; ofrecer programas para cubrir la producción y
las pérdidas de ingresos para mantener las cadenas nacionales de suministro de
productos del mar y para asegurar la continuidad de las operaciones;
condonación de préstamos para mantener nóminas y préstamos a bajo interés para
refinanciar deuda existente; suspensión de ciertas obligaciones financieras; o
tratar de reducir la producción donde
hay una caída en el demanda o un limitado acceso al mercado, especialmente si
las exportaciones siguen siendo lentas y se ha perdido mano de obra.
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